lunes, 4 de mayo de 2009

Sobre cogidos.

Me gustaría dedicar esta canción a todos los capullos que se han pegado un tiro para contar con otro agujero por donde se la puedan clavar.

Esperaba poder resumir la existencia en una frase, una hostia de tinta.
Viajábamos con sangre como gasolina en un viejo Chevrolet apodado Rock'n Roll, negro medianoche, brillante muerte de reina. Este atardecer mi apellido es Huracán. Un viejo revólver con el alma de un cura en la guantera nos prometía perdón y covijo en la morada de algún dios, nada que temer. Todo tapizado color lágrimas en Arizona.
Creía ir montado con un tío que siempre preguntaba, y preguntaba sobre todo, todas la preguntas nacían y morían entre sus jodidos dientes.
"¿Que qué pretendía?", mierda, no podía preguntarme eso, el cura se lo tendría que hacer entender, pero contesté:
"Supongo que resumirlo todo en una frase".
"¿Que qué significa?" ¿Quién coño le ha puesto una alfombra roja la puerta de mi Rock'n Roll a este capullo? Pero contesté:
"Significa no tener que trabajar nunca más, sin olvido, no hay perdón."

Y se debió bajar, porque sólo oía que las nubes cantaban:
"Adiós a los dueños del Rock'n Roll"

La mirada inquisidora de la cerveza atraía a las viejas glorias tanto como espantaba a las bienaventuradas nuevas estrellas, y así aparecieron en la medianoche en carretera todos los que un día quisieron vivir de acuerdo a los acordes, el humo en los ojos, la vida en la lengua y la sangre en el suelo.

El espíritu del viejo ave que un día elevó hasta el cielo a todas las estrellas saltaba de boca en boca, de alma en alma, por cada uno de mis acompañantes.
Dylan Rolling Stone subido a hombros de una guitarra rogaba por una cerveza más; Miss Patty Valentine prometía que me querría más que a su soldado inmortal, yo era el señor Huracán; Don American Pie McLean jugaba con el alma del cura.

Pero todo acabó.

El cura estalló, y todo se volvió medianoche, brillante muerte de reina. Arizona no estaba preparado para nosotros, y en el viento una explosión negra, plumas y sombreros, todo se entremezcló; sabor a alcohol, sangre, y muerte del Huracán, viejo Rolling Stone, el amor de Patty en una botella, Valentine ponía en la etiqueta, sueños y dolor en el viejo Rock'n Roll.

Y nadie se despidió.


Pero las nubes cataron:

"Adiós a los dueños del Rock'n Roll."

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