Albergamos la esperanza de que TÚ te calles, aunque en realidad nos basta con que no digas nadas.
Recuerdo cuando las drogas todavía no habían sitiado mi mente, recuerdo recordar un montón de gente mirándose a los ojos y al cielo antes de saber la respuesta y morir.
Teniéndome a mí, queriéndome ir, recuerdo el abajo y el ahora, recuerdo el abajo y el juicio.
Se que hablé de mentirle y de aguantar las tempestades, de que ojalá fuera el día perfecto, y anillos de fuego y mujeres bailando.
Pero todavía estoy en pie.
El reflejo nublado de nuestra sombra persiguiéndonos nos animaba a seguir corriendo entre deshinibidas risas y desesperados llantos.
Botella en mano y hasta las cejas del espíritu de los 60 nos dirigíamos raudos y seguros a donde cada pisotón del bombo nos llevase.
En realidad no sabíamos nada de lo que había que saber sobre nada, pero nos descubrimos entregados en cuerpo y alma al destello de una idea.
La oscura carretera desaparecía tras el himno de nuestras ruedas y ante nuestros ojos se iluminaba cual concierto de luciérnagas en llamas.
No había vuelta atrás, tan sólo un precipicio y yo sin alas, tan sólo drogas y yo sin alma.
"Encantado de conocerte, soy el amo del viento"
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