domingo, 27 de julio de 2008

Sobre las estrellas

Y porfin el despertar de una parte de ti que creías dormida, espectacular, mucho más de lo que habías imaginado mirando aquel cielo teñido por la sangre que sudaban las estrellas que sufrían la perdida de una razón para existir, ya no eran amadas ni admiradas, sino esquivadas por las miradas de corazones ausentes que vivían tristes por morir,sin saber que para ellos era lo triste vivir.
En cualquier caso, eso ya no ocupaba tu mente, tu volvías a quererlas, y era lo que importaba.
La ciudad, TU ciudad, la ciudad de nadie, se transformaba, convirtiendo lo típico de las ciudades (perros, casas buzones, amores líquidos y químicos, amores superficiales, desazones varias, incertidumbres, miedos) en lo totalmente contrario, y esa era una salida, TU salida.
Era como la típica extraña salida.
Como tu casa de campo que sólo visitas cuando el veneno de la tejedora inunda tus venas entumeciendo músculos que acabas de descubrir por el dolor.
Como el barco que timoneas, (surcando imparable las nubes, indómito, sin rumbo), en un duermevela que no te corresponde.
Y es que en este nuevo lugar, con lo propio de los nuevos lugares que provienen de ciudades transformadas (antiperros, antidesazones varias...), sientes que las heridas estrellas te acunan en un último esfuerzo antes de desmayarse por el dolor del abandono, y crees que será para siempre, y rezas, y rezas muchísimo para que así sea.

Y corres por sus oscuras calles vigiladas por la nada, empapado en sudor con olor al petróleo que engrasa la máquina del romance filosófico.
Y saltas a la mínima pensando que en cada esquina puede aguardarte algún tipo de monstruo de novela victoriana, creyendo que con dos palabras y un par de copas te harás con su alma para siempre.
Y te odias.
Te odias porque derepente lo que te asalta no es sino la tranquilidad de pensar de que en el mundo real, en algún jodido punto del jodido mundo real algún poeta se está emborrachando, algún oso está merendando carne de leñador despistado y alguien sigue queriendo ser astronauta.
Pero tú no estás.
Y no te importa.
Y no les importa.
Tu ciudad transformada con lo propio de las ciudades transformadas te espera.
Las estrellas te acunan moribundas.
Y tu no estás realmente ni en un lugar ni en el otro.
Naciste sin patria ni bandera, con un mapa roto y una brújula que siempre señalaba al sur.

¿Ciudadano del mundo?

¿De cual de todos?


Queridos reyes magos:

Este año no he sido, ¿me prestáis esa estrella superviviente?

No hay comentarios:

Publicar un comentario